“A finales de los años 60 y principios de los
70, la sociedad antigüeña gozo de su mayor auge de auténtica identidad”.
Los
centros de diversión eran escasos en la Antigua Guatemala, uno de los más
concurridos era la piscina que se encontraba en el puente del “Matasano” frente
a la Garita municipal. En la actualidad sólo existe grama donde estuvo y los vestidores
están en ruinas. Cuando no se nadaba en la piscina, los niños íbamos a nadar y
jugar al río Pensativo, cuyo caudal en ese entonces era aceptable, con
pececitos y muchas ranas.
Los
más grandes iban a alquilar bicicletas, donde don Vicente Rosales, conocido
como don “Chentón” que tenia su taller en la sexta avenida entre quinta y sexta
calle. Y alquilaba las bicicletas por 10 centavos la hora, eran famosas las de
turismo marca Realich negras, que los patojos disfrutaban alquilar la bicicleta
entre dos y se dirigían al balneario de la finca El Cubo, en Ciudad Vieja
Sacatepéquez; los más osados se iban a las Aguas Calientes, en el municipio de
Pastores.
Los
domingos era de fiesta frente al cine, hotel y restaurante “Contreras” debido a
que se exhibían, películas para la familia, en horario matinal presentando dos
películas por 10 centavos luneta y 5 galería, por una parte y por otra a partir
a las doce horas daba inicio el concierto de la marimba “Alma Antigüeña” de don
Jesús Gómez, que amenizaba a los comensales del restaurante.
En
el caso del cine Imperial frente al parque central, variaba en el sentido que
la taquilla se clasificaba en tres precios: luneta 15 centavos, preferencia que
se ubicaba junto con galería con la diferencia que tenía butacas de luneta
tenía un valor de diez centavos; en galería, el costo era de 5 centavos en cuyo
sitio la concurrencia se sentaba en gruesos tablones. Los espacios eran
ocupados en luneta principalmente por familias, amigos, parejas de novios,
niños con sus niñeras que les atendían y cuidaban. Galería era una fiesta de
todo: gritos, aplausos, eructos y otras cosas, se animaba al héroe de la
película y denostaba a los villanos, se echaban piropos a la primera actriz, se
gritaba al malo, etc.
Ya iniciada la película y llegar tarde era una
gritada segura para el impuntual, por que se pedía luz al acomodador, para que
iluminara el lugar a ocupar, pero se interrumpía al público que había llegado
puntual. En ocasiones los valientes sacaban los puños para corregir algún
exceso en contra de su honor o persona y se daban la mano para la salida, lo
que significaba que se pelearían en la calle, pero antes había que ver la
película.
Con
los programas impresos que anunciaban las películas a presentarse cada semana,
se hacían avioncitos que se lanzaban de galería a luneta. Al intermedio salían
todos a comprar deliciosos helados de hielo por valor de un centavo, y los que
tenían más posibilidad económica compraban cornucopia de a tres centavos. (Continuará).
Tomado del libro Memorias antigüeñas, con
autorización del autor.