"A
finales de los años 60 y principios de los 70 la sociedad antigüeña gozo de su
a mayor auge de su auténtica identidad"
Los
jóvenes y las señoritas también se preparaban con tiempo, ellas se hacían
vestidos largos para la ocasión, a veces estampados de polyester, dacrón o tela
de kiana, o de un solo color formal. El día de la fiesta desde muy temprana
hora, se hacían los preparativos; por un lado se veía gran concurrencia en los
almacenes de los chinos, ya que se necesitaba un listón, un gancho, un prensa –
corbata, un regalo. Las familias concurrían y se saludaban, comentando los
ajetreos y los regalos que se harían a los nuevos profesionales.
Las
revistas de “Buen Hogar” y las fotonovelas servían de muestra porque el peinado
en las señoritas era de ley, amigas y primas se hacían los peinados de rodete;
famoso era el peinado bomba, de colochos era la sensación, para los jóvenes el
cabello engominado con vaselina en algunos casos y en otros sujetado por el
famoso spray que le daba consistencia y permanencia al peinado que se deseaba
lucir.
Las
fiestas se llevaban a cabo en el salón del Club Antigüeño en la primera avenida
norte y en el salón Manhattan, donde se ubica en la actualidad el supermercado
“la Bodegona”. Algún tiempo las fiestas se realizaron en los patios Palomo,
contiguo al cementerio San Lázaro donde hoy se ubica una funeraria, pero la
opinión general era adversa por el irrespeto al camposanto adyacente.
Los
conjuntos musicales Ave Lira, La Gallito y La Ecos Manzaneros causaban gran
expectativa porque sus presentaciones eran en vivo y el tener un pase para el
baile era todo un prestigio, pero siempre los muchachos se las ingeniaban para
ingresar a la fiesta, (entraban “colados”), especialmente cuando los graduandos
invalistas o insolistas hacían su ingreso con sus padres para la presentación y
bailar el vals. Otra forma de ingresar era conseguir un pase e ingresar con un
regalo y varios solidarios amigos del graduando, otros ayudaban a entrar los
canastos con comida y otras cosas necesarias para atender a los invitados. Para
darles más ambiente se contrataban dos conjuntos musicales, generalmente una
marimba pura y la marimba orquesta.
Al
concluir la fiesta era de caminar debido a la escasez de taxis y era de ver a
las señoritas que se dirigían a sus casas acompañadas por gallardos jóvenes,
que iban a dejar a las damas y luego retornaban a su casa ubicada en barrios o
aldeas distantes como el Calvario, Santa Ana, San Juan del Obispo o San Pedro
las Huertas. En esos tiempos se temía a la Llorona o La Siguanaba y no a los
vivos como en la actualidad.
A
principios de los años setenta las calles eran tranquilas a tal grado que los
semáforos eran inútiles, uno de ellos se ubicaba en la esquina del Palacio del
ayuntamiento y los pilotos se aburrían de esperar que les concediera el paso.
Las casas estaban mas derruidas, muchas estaban abandonadas o se daban en
alquiler a varias familias a manera de palomar.
Existía
un buen número de casas con paredes de tapial, tierra apelmazada y otras con
tabique de madera a manera de refuerzo. La Alameda Santa Lucia era de tierra,
no tenia árboles de Matilisguate sino Amates y muchas personas se quejaban de
los gusanos grandes y verdes que allí se encontraban; cuando llovía se hacían
lagunas en toda la calle y gran número de niños se divertían chapoteando en el
agua, en particular los que estudiábamos en la Escuela “J. Adrián Coronado
Polanco”. (Continuará).
Tomado
del libro: "MEMORIAS ANTIGÜEÑAS" Con autorización del autor.