En la gráfica la calle del Arco, icono de la
ciudad colonial, girón vivo de la historia de Guatemala que por su belleza
natural y cultural día a día se convierte más que en una ciudad cotidiana, en
parque temático donde se han desplazado casas de habitación por negocios y sus
monumentos en casas de fiestas, bacanales y excesos , centro de expresión de
vida existencialista, donde no importan los principios, ni valores
prevaleciendo el valor metálico en su uso, devaluando la identidad del
vecindario que han dejado de lado sus
blasones y herencia cultural y social que en sí tiene, tal y como lo refleja
Virgilio Álvarez Aragón, en su opinión en un medio de comunicación nacional, en
la presente semana donde la califica como “La ciudad comedero, la Amatitlán del
siglo veintiuno”. Eso lo hemos venido divulgando desde hace varios años. Y es
de resaltar que entes facultados de autoridad, tanto local como nacional,
encargados de preservarla, se han enfrascado en una lucha de poder y de dinero
y más que mantener y conservar la ciudad, que tantos países quisieran tener,
ven como la negocian de mejor manera, para sacarle más provecho a través de
nuevos proyectos de diversa índole, ya comerciales, de bienes raíces, etc. Es
cierto, el libre mercado es un derecho pero debe ser regulado, ordenado donde
el gobierno y la autoridad se hagan valer a través de normas jurídicas
positivas, no cosméticas, que garanticen el legado que representa no solo para
los antigüeños sino para el país en general ya que el descuido es más que
evidente.
Sin
duda la cultura de Antigua ha dejado de ser lo que fue y de continuar así no
quedaran más que pétreos edificios, sin identidad ya que se han entregado al
mejor postor.
Por
lo anterior en este mes de aniversario de fundación, los antigüeños más que
vivir de ideas de un orgulloso pasado, manifiesten con acciones su defensa y
amor por la Antigua Guatemala.
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